Esta es la palabra de moda, aunque más que una moda debería convertirse en una necesidad imperiosa para toda la sociedad.
Y es que, uno de los avances más grandes de la humanidad en este estas últimas décadas y que tendemos a olvidar es el extraordinario aumento de su esperanza de vida. El ser humano ha pasado de vivir, como promedio, 40-45 años en el siglo XVII a vivir un promedio de 70-80 años en la actualidad, prácticamente el doble. No solo eso, además la calidad de vida en estos años de madurez tiende a ser cada vez mejor, teniendo cada vez más al alcance de la mano la tecnología más revolucionaria en varios aspectos sociales. Sea uno de ellos por ejemplo la información y las redes sociales que se extienden exponencialmente y se traduce en que estamos a un solo “click” de cualquier persona y cualquier dato, no solo de la humanidad actual, sino de prácticamente toda la historia de la humanidad.
Por eso es tan necesario que todos sepamos reinventarnos a cada instante, tanto en el ámbito emocional, como en el social, el afectivo o el laboral. Todo lo que nos rodea está en constante cambio y este cambio es cada vez más rápido, tanto que sentimos que siempre vamos por detrás y con la constante sensación que este ritmo de vida nos arrolla. La constante sensación de que se nos escapa la vida, que nos quedamos atrás si no hacemos esto o aquello, generando en nosotros sentimientos de angustia y ansiedad que van minando nuestra salud tanto física como emocional. Incluso en determinados momentos podemos llegar a encontrarnos tan frustrados que nos llegamos a ver fuera del circuito, incapaces de seguir el ritmo impuesto por la sociedad.
A esto debemos de sumarle que prácticamente el 60-70% de las profesiones que existen en estos momentos tienden a desaparecer o transformarse. Incluso es difícil estimar en la actualidad qué tipo de trabajos podremos encontrar en los próximos 25 años. Fíjense, hace un siglo nuestros abuelos montaban una carnicería o una industria textil o una fábrica de muebles y si conseguían el éxito tenían para vivir toda su vida del negocio, incluso sus hijos, incluso los hijos de sus hijos. Ahora cualquier idea que podamos tener exitosa puede salir al mercado y su ciclo de vida puede establecerse como mucho en cinco o diez años, obligándonos a estar constantemente reinventando esa misma a idea para adaptarla a las nuevas circunstancias y necesidades de la sociedad. Ya no solo debemos de estar pendientes de sobrevivir y de alimentarnos, ahora también de estar pendientes de saber vivir, de saber estar, de saber adaptarnos todos los días a los nuevos retos que se nos presentan y que nadie nos enseñó a superar.
Nadie nos enseñó que nos podíamos hacer novios a los 15 años y que podíamos estar 85 años con la misma pareja. Nadie nos enseñó que podíamos tener una carrera y que esta pudiese quedar obsoleta. Nadie nos enseñó que podíamos aprender una profesión y que esta no sería suficiente para vivir de ella toda nuestra vida laboral. Nadie nos enseñó a vivir con el miedo de sentir que nuestro trabajo está en peligro de extinción. Nadie nos enseñó que aprender de memoria donde está el rio Serpis no es lo vital, ni siquiera saber sumar o restar, ni siquiera saber si humanidad se escribe con o sin h. La tecnología ha hecho que todo eso deje de tener valor porque esa información está a un solo segundo de distancia, lo que tarda nuestros dedos en buscarlo en Google. Por eso, ahora lo importante se ha transformado en saber conectarse, donde encontrar de manera más rápida está toda esa información y saber acceder bien a ella.
Estos son algunos de los cambios sociales a los que tenemos que amoldarnos y poco a poco van cercando nuestra manera de vivir y de pensar. Si bien es cierto que hemos avanzado explosivamente en esperanza de vida, información y tecnología, esta sociedad olvida hacer los mismos rápidos avances a nivel de gestión emocional e incluso en espiritualidad. Y ambas visiones, son caras de una misma moneda que si no se cuidan de igual forma pueden desequilibrar una colectividad. Esta sociedad necesita saber reinventarse para saber encontrar toda esa información, pero también necesita reinventarse para no perder la necesidad de aprender una o dos profesiones que nos apasionen, para no perder el valor de saber cómo se escribe humanidad o donde está el rio Serpis. Para no dejar que la tecnología sea la dueña de nuestras sociedades y nuestras conciencias, sino que sean nuestras sociedades y conciencias las que utilicen de manera a adecuada estos avances.
Reinventarse, reconstruirse, como decía el emperador de Japón en la película “El último Samurái” de Edward Zwick, he decidido construir una nueva nación donde convivan lo nuevo y lo viejo.
Reinventarse, ese debe de ser nuestro objetivo. Todos debemos de tener presente que no sobrevive el más fuerte, ni siquiera el más inteligente, si no el que mejor se adapta. Reinventarse es lo que hace en la vida cada generación que pasa por este planeta. Interiorizar cada cambio y adaptarse una y otra vez en una rueda de evolución, sin fin y sin principio.