Padres tóxicos, padres ausentes

Padres tóxicos, padres ausentes
20 Jul

Después de un tiempo de reflexión interior necesaria para enfrentarme a una hoja en blanco, he decidido retomar estos artículos después de un tiempo de reflexión interna necesaria para poder enfrentarme al teclado de mi ordenador.

Para esta vuelta he decidido escribir acerca de los denominados “padres ausentes”. A cerca de estos señores de la casa que siempre están de un sitio para otro, trabajando, con los amigos, practicando su hobby favorito, o simplemente en el bar de abajo. Con el único objetivo, consciente o inconsciente, de no querer implicarse en nada de lo que ocurra dentro de casa. Me refiero a estos padres que dejan la entera responsabilidad de la educación de los niños a sus mujeres, porque entra dentro del lote de responsabilidades que conlleva la casa. Me refiero a estos señores que, siendo padres, solo ejercen este papel cuando sus compañeras no pueden más y les ruegan: “mira a ver a tú hijo/a que no puedo con el/ella”, “que no me hace caso que ni me escucha”, “que se ríe de mí y entra o sale cuando quiere”. Y es en ese preciso momento cuando únicamente se relacionan con sus hijos/hijas. Su única relación se reduce a una discusión autoritaria (normalmente con amenaza de “ostias” por en medio) para salir del paso y cumplir con su compañera. Sin un verdadero deseo de educar. Con un verdadero deseo de “déjame en paz, no es mi problema”, lo que termina deteriorando más aun la ya maltrecha relación entre todos.

Luego, fuera de casa, a estos señores se les hincha el pecho hablando de las destrozas en educación que causa la política, de la última maravilla de Messi o Ronaldo y de las altas probabilidades de que sus hijos lleguen a ser como ellos. Todo esto aún y cuando, la palabra más cariñosa entre padre e hijo se reduce a un “no me molestes rey, que papa está muy cansado del trabajo”, mientras tumbados en el sofá disfrutan del resumen del partido que ya vieron y analizaron concienzudamente en el bar. Y si la cosa se tuerce y debe reafirmarse sobre su papel y eficiencia en la casa suele oírsele el ya sabido “después de todo lo que hago por vosotros y cuando llego aún tengo que escuchar este numerito”.

La verdad que es muy duro para un niño de no más de 7 u 8 años, cuya más alta referencia es su padre, a quien aún admira y respeta ciegamente mientras pide algo de cariño, solo reciba con total normalidad diaria un “ahora no nene”, e incluso le escucha comentar con su madre si es que no puede acostar al niño antes. Debe ser nefasto para la futura autoconfianza y autovaloración de cualquier persona ver a su padre saliendo de la cocina con los ojos inyectados en sangre diciéndole a la madre y al hijo que sea la última vez que pasa esto o aquello, que él no quiere problemas que ya tiene bastante en el trabajo para que cuando llegue a casa le compliquen aún más la vida.

Desde aquí os propongo por un momento que intentéis poneros en el lugar de ese niño. De ese niño que ve salir de la cocina a sus padre iracundo y maldiciendo. Amenazándole de que si esto o aquello vuelve a suceder, habrá una serie de castigos psicológicos e incluso físicos muy duros. No hay atisbos de otra connotación. No se percibe un ápice de que el padre quiera saber cómo va la vida de su hijo, de querer conocer las causas del problema, lo que el niño está sintiendo. El trasfondo último y único del numerito del padre es un, no quiero saber nada de tus problemas ni de tu vida si me generan un sobresfuerzo. Y todos sabemos lo intuitivos que suelen ser los niños y lo bien que aprenden en el lenguaje no explícito. De tal manera que pongámonos en su piel, seamos asertivos y empáticos, ¿qué puede pasarle por la cabeza ese niño?, ¿cómo se puede sentir?, ¿cuál será su nivel de frustración, de infravaloración, de invisibilidad o de autoestima? Viendo como el señor de la casa, el que representa su cobijo y su seguridad, pasa por su lado en el pasillo totalmente iracundo, se pone la tele y agita el mando con rabia mientras le ignora con total normalidad. Pensemos, intentemos pensar cómo puede sentirse un niño de entre esos desde esos 7 y 12 años cuando su padres solo existe para regañarle, para decirle lo mal que hace las cosas y lo mucho que le molesta tener que oír todos sus líos. Un supuesto referente que solo piensa en criticar su trabajo, en maldecir a sus jefes, en opinar de futbol y en criticar e insultar a la sociedad donde él no tiene más remedio que luchar para sacar su casa adelante.

Seguro que todos conocemos perfiles similares o incluso tenemos momentos así en casa. Debemos evitar por todos los medios que nuestros hijos paguen nuestras frustraciones, evitar a toda costa inculcar a nuestros niños estos roles de padres ausentes y autoritarios, de padres que enseñan a sus hijos que su educación no es algo que vaya con ellos. Como la vida no olvida, llegará el día en el que el padre necesitará la ayuda del hijo, aunque sea para reiniciar un simple ordenador, y quizá en ese momento se arrepienta de que sus únicos recuerdos familiares sean los goles de la “champions league”. Pero lo que es peor a mí juicio se traduce en que cuando estos niños sean adultos muy probablemente la historia volverá a ser la misma porque esta será la manera que han aprendido de ejercer la paternidad.

Si eres padre piénsalo, rompe el rol, comparte tiempo con tus hijos, hazlos participes de lo que ocurre en tu vida, hazles sentir con voz y voto dentro del clan, hazte tu participe de su vida, de escucharles, de tener en cuenta su opinión. Rompe con esa rutina diaria donde ellos están en último lugar, mírales a los ojos y descúbrete a ti mismo dentro de ellos. Pregúntate si es honesto traerlos al mundo y no cubrir sus necesidades, sobre todo de las afectivas. Date cuenta también, de que si algún día fuiste un héroe y una referencia en la vida fue ante esos ojos y ante ese corazón. No defraudes a alguien que alguna vez te miró de esa manera y sin ningún tipo de interés.

Saludos y buena quincena.