¿Dónde se une mi alma a mi cuerpo? ¿Por dónde empiezo el camino de reconciliación entre carne y espíritu? El hecho de estar nadando entre lo visible y lo invisible desde una edad tan temprana determinó que siempre haya estado en la escalera que conecta ambos mundos.

El hecho de recorrer el túnel donde mi abuelo me esperaba para acompañarme a la luz me dio la oportunidad de sentir ese mar de calma, sosiego y armonía, esa ingravidez que se siente en ese estatus, donde no hay emociones, donde no se llora por morir y no se ríe por vivir, donde no existe el dolor y, en consecuencia, el placer, donde todo está bien, donde todo se reconoce y es cercano y lejano a la vez. Después de hacer el camino de regreso y ver al médico cómo me ponía adrenalina y me daban por fallecido, después de verme en la cama con todo el equipo médico a mí alrededor corriendo, después de todo eso, sólo me quedó la certeza de que ese océano existe, y que nosotros, los humanos sólo queremos recorrer la superficie sin mojarnos. Quizás, a veces, salpicamos el agua y le llamamos dolor al reflejo de la realidad, le llamamos miedo a adentrarse en su profundidad y olvidamos que somos un 70% agua.

Por eso, en este rincón llamado Espiritualidad tengo experiencias para compartir, tengo oídos y alma para escuchar las tuyas, y tengo fe para saber lo que realmente somos.